REVISTA DOCTOR GONZO

lunes, 9 de agosto de 2010

LA MISERIA ESTÁ EN LA PIEL


No se anima a decir “negro”. Así como las señoras bien dicen “colorado” para no recordar jamás las banderas de la maldita amenaza ROJA del pasado, el carilindo Guillermo Andino cree burlar al INADI cuando pregunta-y-auto-responde: “¿Tiene que ver cómo nos vestimos con el tema de la inseguridad? Aparentemente sí, porque se ha generado una fobia con referencia a muchos pibes. Son los llamados, según la policía también, los ´pibes gorra´”. Y en un manual para que usted, señora, señor, pueda llenar el álbum de las tipologías sociales desde casa, el conductor más ario de la televisión argentina da pie al informe. Hoy presentamos: “La moda de los pibes chorros”.

Ay, ya era hora de que dieran información de la policía, si ellos son los que más tratan con estos guachitos. Yo de desconfiada nomás dudo de los periodistas, ¿viste que ahora dicen que los medios mienten? Es porque la tele no llega a mostrar todos los robos que hay, entonces la gente ve que les ocultan cosas. Porque en el noticioso te muestran tres o cuatro asaltos nomás, pero ¿cuántos hay en un día? Cien como mínimo. A mi amiga Perla le entraron la semana pasada al edificio y en la tele no salió nada. Mientras, acá no se puede ni salir a la calle porque están los negros todo el día drogados y te matan por nada, por el sólo placer de destruir una vida. Pero también hay hombres –hombres en serio, qué casamiento marica ni que ocho cuartos- que están queriendo arreglar las cosas. Yo no los escuché hablar mucho a esos Macri y Narváez, pero viéndoles la cara te das cuenta que son gente honesta, ellos quieren sacar de una vez por todas a estos negritos de la calle. Los ves y te generan confianza, como este muchacho de la tele, ¿Antino se llama? ¡Es tan buen mozo que le creo todo! Bueno, shhhh que ahí sigue, dejame oír”.

“Pueden tener un pequeño flequillo, con algún dibujo hecho al ras. Sobre la cabeza, la gorra de visera no puede faltar. Se la sacan sólo para dormir”.

El identikit del guachín de América Noticias caretea su racismo, pero las mujeres que parieron a esos hijos oscuritos que cuando crecieron usaron gorras y que con ellas puestas fueron blanco (¿negro?) fácil de las fuerzas del orden que los borraron del mapa, ponen las cosas en su lugar.

Había una vez un negro que vivía en una villa

“¿No viste a un chico de gorrita, morocho?”, preguntó durante meses Mónica Alegre a los vecinos del barrio 12 de Octubre de La Matanza -nunca más apropiada la combinación de nombres para una zona donde el color de piel define la probabilidad de recibir un tiro-. Allí la Policía Bonaerense secuestró a su hijo Luciano Nahuel Arruga, de 16 años, el 31 de enero de 2009. Y allí mismo, aún sabiendo que se engaña, ella espera volver a verlo con vida. O, a esta altura, muerto.

“Todos los días pasa lo mismo: la policía nos trata como si fuéramos soretes. Más a ustedes, los jóvenes -me dice con un hilo de voz-. A nosotros, los de la clase baja, nos ven como si fuésemos basura, y no es así, somos seres humanos y merecemos el mismo respeto y la misma consideración que todos”. Le quiero decir que no me lo aclare que se oscurece todo, que la tengo enfrente y lo puedo comprobar, que conmigo no hace falta, que tengo el grabador prendido pero nada más, que no quiero ser como otros, que si fuera por mí le traería el cuerpo del hijo o, mejor aún, se lo traería vivo. Pero freno. ¿Quién (corno/carajo/mierda) soy yo, con mi discursito de burguesa bienintencionada, para decirle a esta mujer que no explique lo que no hace falta explicar? ¿Quién me dio vela en este no-entierro suspendido en el tiempo para participar de una situación que no me pertenece, a la que me acerco a pura oreja y voluntad, pero de la que, por suerte para mí, puedo salir cuando quiera volver al reino del confort capitalino? Algo adentro hace click y me callo la boca. Caigo: lo perverso en la búsqueda del hijo que le arrancaron es que, para que su lucha cobre sentido, Mónica necesita demostrar que ella y Luciano son personas. Lo terrible es que ya no lo da por sentado, porque los meses de indiferencia la acostumbraron a que pocos se lo crean.

Sabe que el hijo no va a volver porque los testigos vieron a la bonaerense golpearlo y meterlo en un patrullero, porque un amigo del barrio asegura que lo vio muerto en el destacamento de Lomas del Mirador y porque las pericias con perros confirmaron que el cuerpo pasó por ese patrullero, por esa comisaría y por un descampado de la zona. Pero lo más terrible que sabe Mónica es que los ocho policías que -en un intento oficial por hacer buena letra- habían sido apartados de sus funciones, ya fueron reincorporados y una vez más patrullan el barrio para seguridad de los vecinos. Y no sólo eso: sabe también que la buena nueva del intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, es la creación (rejunte, recauchutamiento, inmunda mezcla) de una fuerza policial formada por ex-oficiales y ex-militares. Todos exonerados en algún momento por tareas tan humanitarias como la desaparición de Luciano. Y ella ahí, chiquita y agotada, gritando que la traten como un ser humano porque esa negación de lo más elemental es la raíz de todos sus males.

“La justicia también discrimina. La justicia para el pobre no existe”. En la voz de Vanesa Orieta la rabia no hace lugar a la resignación. Ella es la hermana que Luciano tanto admiraba: la alegre, la combativa, la que había salido del barrio para mudarse con su novio abogado, la estudiante de sociología en la UBA. Ella es la que desde enero del año pasado recorre comisarías, intendencias y ministerios, la que impulsó la Coordinadora por la Aparición con Vida de Luciano Arruga, la que propuso (y logró) bautizar la plaza del barrio con el nombre de su hermano, la que recibió intimidaciones por teléfono, aprietes en el barrio y portazos en la cara en más de una oficina pública. Pero a pesar de la fuerza y el empuje, aclara lo mismo que Mónica: “Luciano es un pibe más para muchos y es un negro más para otros, pero para mí es mi hermano. Y yo soy un ser humano que sufre, pero no solamente por él sino por todos los que están en su situación”.

Había una vez muchos negros que vivían en muchas villas

Porque hay otros, hay muchos otros pibes y no tan pibes desaparecidos por la policía. Los matan y dejan el cuerpo tirado, o los secuestran, los matan y esconden el cuerpo, o los obligan a afanar para ellos y a convertirse en fantasmas de lo que alguna vez quisieron ser. Y claro, si se niegan volvemos al principio, a la parte en la que los matan y dejan el cuerpo tirado o los secuestran, los matan y esconden el cuerpo.

Además de los emblemáticos Julio López y Miguel Bru, hay Iván Torres (joven de 24 años visto por última vez con marcas de tortura en una comisaría de Comodoro Rivadavia en 2003), Luciano González (trabajador rural chubutense de 42 años detenido sin justificación en Cerro Centinela en marzo de 2009. No ha habido noticias desde entonces), Rubén Carballo (adolescente de 17 años cagado a golpes por la policía en la entrada del recital de Viejas Locas que murió luego de 23 días en coma), Jonathan “Kiki” Lezcano y Ezequiel Blanco (chicos de 17 y 25 años de una villa de Lugano que, después de reiteradas amenazas de la policía, salieron de su casa en julio de 2009 y no volvieron más. Luego de meses de búsqueda sus padres encontraron los cuerpos marcados como NN en una morgue judicial, con balazos en la cabeza. La causa es por “tentativa de robo de vehículo”), “y un tendal más de los que no nos enteramos”, se indigna, se frustra, se saca Vanesa. “Porque son pobres, porque la gente no tiene un mango y no sabe adónde carajo ir cuando le pasa algo como esto, porque quizás van a hacer la denuncia a la comisaría y los mandan a la fiscalía y ahí no saben cómo manejarse, no tienen un abogado, nada. Y es así, acá el que tiene la torta paga y sale”. Y los que no…

“Luciano era un negro que vivía en una villa y tenía todas las características de un potencial delincuente. El tema es que todos los pibes que viven en una villa son potenciales delincuentes para la gente y para la policía”, escupe Juan Tévez, militante del Frente Popular Darío Santillán y agitador de la Coordinadora por la Aparición con Vida de Luciano, que se presenta como una organización de lucha “contra la criminalización de la pobreza y el gatillos fácil”, los nombres dados en la jerga militante a la atrocidad de asociar si-es-pobre-se-droga-si-se-droga-roba-y-para-robar-mata, y usar ese razonamiento como justificación para aumentar la verdadera inseguridad de todos los que entren en “la moda de los pibes chorros”.

Fuera del tarro

TARINGA- Carta-abierta-por-Luciano-Arruga

Comentarios:

patodivxkapo dijo:

Che y no tiene antecedentes ni nada no?
Quisiera saber bien si andaba metido en algo, si choreaba, bue... al pedo..

joesantos69 dijo:
claro, nadie defiende a los canas, nadie se opone a los derechos humanos de cualquier persona... pero si hay que privilegiar entre los derechos humanos de mi vieja, de mi hija, de mi abuela, de mi vecino, y los derechos humanos de un delincuente... a veces hay que elegir!

Ailucha dijo:

Dejen de criminalizar la pobreza.
Morocho + jóven = delicuente ??

Pedro Desaznar dijo:

Loco, era un pobre guacho nada más. Basta con decir lo de los antecedentes. ¡¡Este pibe se negó a robar!! ¿A dónde están todos los que piden mano dura por la inseguridad? ¿Nunca se acuerdan del papel de los policías corruptos que obligan a guachines a robar amenazándolos con matarlos o matar a su familia? Increíble cómo se da vuelta la realidad a través del miedo. Después dicen que no hay criminalización de la pobreza. Si fuera un pibe de clase media nadie preguntaría por los antecedentes.

CachoLaferrere dijo:

Era amigo de lo ajeno el pibe.

A ver: “lo que nadie está diciendo es que el problema no es si Luciano había robado o no, sino que no se puede concebir que la policía lo haya secuestrado y desaparecido”, aclara los tantos Daniel Romero, también miembro de la Coordinadora y militante de Socialismo Libertario. Vanesa pide lo mismo: que se deje de mear fuera del tarro, “que la gente se despierte, que no pregunte ‘qué hizo’ sino que diga: ‘Bajo ningún punto de vista alguien puede estar desaparecido’. Porque, en todo caso, Luciano tendría que haber ido preso”.

El algo-habrá-hecho ronda como un ángel asesino y marca una división mentirosa entre víctimas inocentes y otras que no lo son tanto. Son menos mártires las que cargan con el pecado original de haber nacido pobres y, para colmo, negros. Y esa culpabilidad-hasta-que-se-demuestre-lo-contrario, mamita, sí que no te la saca nadie. Es la que se lleva en la piel, la causa y la consecuencia de esas líneas mentirosas que Andino nos ayuda a dibujar para conservar el apartheid de hecho de la jungla de cemento.

Es la trayectoria de unos pies que se cambian de vereda y la de unas manos que aprietan con fuerza al celular para marcar 91 apenas ven un pibe-gorra en el horizonte.

Jana Ilt





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