REVISTA DOCTOR GONZO

viernes, 12 de marzo de 2010

El ruedo liberal


No eran sólo reptiles pegajosos y podridos. Esta vez había más: cangrejos asustados que volvían cada uno a su agujero, como si el paso de la ola los hubiera rociado con cianuro; hormigas rojas siguiendo su camino hasta topar con una compañera, a la que atacaban con su veneno mortal; caballos de carrera con la visión reducida a su meta, galopando sin jinetes y pisando malezas en el camino…
También vi bolas de billar corriendo sobre una extraña mesa de superficie irregular, todas buscando el único hoyo, pero sabiendo que había lugar para una sola; entonces se chocaban, rugían, desesperaban, sufrían, y a veces gritaban insoportablemente. Me aturdían. Seguían rodando.
Esas esferas perdidas poco a poco se fueron transformando: cuanto más espasmo hacían, más cambiaban: nuevos cuerpos, piernas, manos y caras. Seguían corriendo, peleando, ignorándose y odiándose al mismo tiempo. Las pude ver bien, con sus nuevos rostros y su nueva mente. Los alaridos y el sufrimiento eran iguales en las primeras y en las últimas.
Y yo estaba ahí, entre ellas, peleando, gimiendo, retorciéndome. Me sentía impotente y poderoso, maniatado y teóricamente libre. Un hilo de sangre corría por mi labio y en la columna sentí un torno que me perforaba le médula, pero no podía detenerme en eso. Víctima o no, sentí el asco ahí.

Yo también era el asco, y lo sufría.

Estaba en una conferencia de sociólogos. Ese tipo de personas que no sabe bien qué estudia ni para qué sirve hacerlo. A veces tampoco aportan mucho y dicen lo mismo que uno sabe pero con palabras más difíciles. Ese día uno analizó algo tan cotidiano que a veces se nos escapa
A grandes rasgos, se propuso explicar algo así como que las políticas públicas que se eligen dependen de la ideología que se apoye; y ésta, de la concepción del ser humano que se tenga. Políticas públicas con ideas filosóficas es una relación que no todos los días aparece explícita…

Años de liberalismo, de estado ausente, de ley de la selva, de individualismo exacerbado, del otro como enemigo, del cuidado de mundo propio, del cagarse en los demás, del sálvese quien pueda, de egoísmo, etc. Todo eso presentado como la naturaleza humana que nadie vio. Pero una vez que nos lo metieron tanto en la cabeza, nos lo empezamos a creer, y todo parece acorde a un orden divino.
Esta ideología –perdón por el término fuera de moda- nos dibuja individuos que responden solamente por sus capacidades personales: todo lo que haga o deje de hacer depende de su persona aislada, como si viviera en una burbuja. Se ignora que forma parte de algo, de una sociedad, de un orden y que esas capacidades dependen en gran medida del lugar que azarosamente se ocupe. Y ese lugar tampoco debe verse como absoluto, estático, sino que está definido por y en relación a los otros: si uno esta abajo es porque otro está arriba, sino, no existiría abajo; y tampoco arriba…
Esas son las bases en las que se apoya el liberalismo para diseñar sus políticas. Y si se tiene tal concepción, la política pública no tiene más opción que atacar las consecuencias del sistema como si sólo fuesen faltas de un individuo solitario, totalmente independiente y en la misma situación que todos los demás.
Un ejemplo muy claro es la baja de la edad de imputabilidad: si cada individuo está sujeto nada más que a sus capacidades individuales -y ahí termina todo el análisis-que esté en cualquiera y le pinte por el paco y salir a robar es sólo culpa suya. Entonces resulta más que lógico que cualquiera que se desvíe de la moral y las buenas costumbres tenga que pagar cruelmente por eso, sin importar la edad. Dieciocho años parece mucho por esperar para encerrar a los malnacidos.
Quizás se peque de desresponsabilizarnos a todos por nuestros actos. Quizás no. Es que aceptar que el individualismo falla y omite en su análisis también es un fuerte golpe al ego. Es aceptar que lo que hacemos no depende enteramente de nosotros. Duele. Pero si queremos solucionar los problemas y no sólo atacar la punta del iceberg, no podemos escapar a esa realidad.


Dr. Kaster

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