REVISTA DOCTOR GONZO

lunes, 11 de enero de 2010

Ticketeck es una mierda


Se me ocurrió un titulo metafórico... ¿se nota?
Tomen Ticketeck como el representante de todas las empresas capitalistas del mundo y al sustantivo “mierda” como todo aquello que encarna el mal socialmente aceptado a la hora de generar ganancias extra a costa de los clientes.

La profecía que se auto realiza es, al principio, una definición "falsa" de la situación que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva "verdadera".

Robert K. Merton

La venta de entradas para ver a AC/DC el 2 de diciembre en el estadio River Plate comenzó el pasado martes 29 a la hora cero. A partir de ese momento, hubo nueve horas de venta por internet con tarjeta de crédito y luego se abrieron boleterías en cuatro puntos de la ciudad, habilitadas en el estadio Obras, la cancha de River, la de Ferrocarril Oeste y el teatro Ópera. El único punto donde se podía conseguir el ticket sin el costo adicional por “servicio” era en el monumental.
La idea inicial era ir a este lugar por la tarde para no abonar ese recargo botón - por un servicio que no existe – y contribuir así a la desaparición de la empresa. Lamentablemente mi actitud romántica y poética antisistema se vio frustrada por otra orquesta que no suena tan bien.
A eso de las 11, un locutor despreocupado había anunciado que ya se habían vendido 40 mil entradas en tres horas, cifra que fue variando durante todo el día porque realmente no se sabía la real. La idea era que la gente vaya toda junta en un día - en vez de varios – y así poder filmarlo, para que varios periodistas caretas salgan por la tele diciendo que la venta fue todo un éxito. Para el mediodía ya habían repetido 10 veces que se estaban por acabar las entradas pero nunca sucedió. Que se suspendía la venta de la nueva fecha y que en el estadio de River no se vendía con tarjeta de crédito. Además, la venta telefónica estaba saturada y la Web ya había caducado.

Mi persona también se vio envuelta en este viejo truco del marketing y a pesar de mis conocimientos sobre cómo se mueven estas cuestiones, opté por salir corriendo hasta el teatro Ópera, el punto de venta más cercano a la casa donde vivimos con el resto de los doctores...

Cuando llegué había una cuadra y media de cola que arrancaba en Corrientes y subía por Suipacha hasta la esquina de Saenz Peña. La mayoría de los que estaban ahí no sabían bien nada de lo que estaba pasando y ya habían comprado toda esta farsa.
Una hora y media después, un seguridad mal empilchado anunció que sólo quedaban 3000 campos y que únicamente se vendían en efectivo, que el resto, generales y plateas, se vendían con tarjeta de crédito, y que no tenían entradas para la nueva fecha del 4 de diciembre, y nadie sabía nada, era inútil preguntar, ningún empleado sabía nada...

Para las seis de la tarde la fila ni siquiera se movía; una sola ventanilla estaba habilitada y el encargado de vender las entradas se tomaba breaks para verificar los sms que le mandaba la novia. En ese momento pensé que todo se iba al carajo, que la gente iba a romper todos los vidrios como cuando vinieron los Ramones en el 96 y Coca Cola no repartió las entradas prometidas en la calle Florida... pero no pasó nada...
Este grupo era distinto... la mezcla abarcaba madres con sus hijos, metaleros, cadetes de oficina, gente mayor, fanáticos de la banda, habitúes de los recitales, curiosos, y todos ablandados por el circo que habían montado, el de callate y veo si te doy una entrada.
Recibí un llamado que me despabiló de mi letargo y salí corriendo, finalmente, para la cancha de River. Había perdido dos horas de mi vida al igual que otras mil personas pero ya no importaba, la mentira había entrado en mi cabeza y quería una de esas entradas agotadas.
Llegué a la cancha a las 19:15, luego de tomarme el subterráneo repleto de punta a punta y un taxi. La vía nos agarró tres veces y después le dí una vuelta corriendo a la cancha porque le erré a la punta que tenía que ir, donde vendían hasta las 20 horas, horario del cierre.
Una vez ahí traté de calmarme, ya que contestaba con agresión a las amables indicaciones de la seguridad del lugar y trataba de hacer todo apurado cuando todos estaban muy tranquilos. Había mucha gente pero unas 10 boleterías estaban trabajando. Se vendía con tarjeta de crédito y había tickets para las dos fechas... sin recargo boton...

En primer lugar, no se sabe por qué se prioriza la venta a clientes con internet y tarjeta de crédito. En segundo, no se sabe por qué eliminaron todos los puntos de venta comunes de la empresa, como las sucursales del microcentro, Belgrano, Abasto, Locuras de once, Belgrano y Flores, los locales de Lee Chi, etc. En tercero, por qué los locutores que deberían ser responsables son tan pelotudos a la hora de transmitir noticias. Lo único que lograron es que más gente se desespere para que se congestionaran las líneas y la Web. Una profecía autocumplida es una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad.
En el año 94, Pearl Jam fue contra Ticketmaster porque consideró que aprovechaban su posición de agencia de ventas dominante en Estados Unidos para perjudicar tanto a los grupos como a los fans que iban a verlos. Trataron de salir de gira sin contar con sus servicios, con entradas más baratas, e iniciaron un litigio de monopolio contra la empresa. Dos meses después el grupo canceló el tour. No muchos los apoyaron en su cruzada.

¿Que arma será la que nos quita la posibilidad de elección y nos obliga a soportar a esta empresa australiana que cataloga al fan de “platino”, sólo si tiene dinero suficiente para demostrarlo?

Porcino tiene razón, estas operaciones son orquestadas de antemano para rompernos la cabeza y entregarnos al consumismo. Lo planean en reuniones secretas llenas de droga donde los jefes idean la estrategia que ejecutarán los esclavos empresariales, dispuestos a todo con tal de ascender para ganar mas guita y descargar sus frustraciones en los futuros esclavitos.

Dr. Bersington

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