El viejo me había dado las coordenadas precisas para localizar lo que quedaba de la causa: “Más lejos de la colina, más cerca del trópico cero, hay un hombre que lleva sangre impresentable y que relata frenéticamente nuestra historia”.
En medio de todas esas imágenes recurrentes, encontré la placa de bienvenida en una oficina alejada de los mercados de valores y cerca de los asentamientos de inmigrantes limítrofes: Alejandro Olmos Gaona Hijo me esperaba verborrágico para contarme acerca del código de barra con el que nacemos en el cuello.
“La revisión de la deuda es posible. No nos van a invadir ni mucho menos. Hubo momentos en los que se suspendió el pago de la deuda y no fuimos una colonia”, arremetió de entrada el hijo del periodista.
Conocí la idea del eterno retorno de boca de un amigo, uno de esos subestimados “filósofos de café”. Si mal no recuerdo, según ella, todos los acontecimientos y situaciones del mundo se repetirán infinitamente. Todo vuelve a suceder, y cada cosa que hagamos también volverá.
Cuando pienso en la Deuda Externa argentina, inevitablemente aparece esta idea en mi cabeza; es algo que siempre vuelve, de distintas formas, escondida, camuflada, pero recordándonos nuestro pasado y condenando nuestro presente. Vuelve sobre nuestros hombros, como intereses, como planes económicos impuestos para destruir al país, como megacanjes, como extorsión, como bonos en remate...
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La nota completa está en el número III de Revista Dr. Gonzo, y la primera parte en el número II
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